Una Aflicción con Propósito

Esta enseñanza está en el contexto de una conversación muy íntima que Jesús tiene con sus discípulos, relatada en el capítulo 16 del Evangelio según Juan, en la que El les anuncia que debe dejarlos e ir al Padre, y que eso sería algo muy conveniente para ellos. La razón de esa conveniencia es que vendría el Espíritu Santo, el Consolador, quien los guiaría a toda la verdad, quien convencería al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Por supuesto los discípulos no logran comprender esto en su totalidad y estan tristes.
Leamos en:

Juan 16:20

“En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará; estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.”
“Cuando la mujer está par dar a luz, tiene aflicción porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al niño ya no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un niño haya nacido en el mundo.”

Un primer punto
La aflicción o padecimiento es parte de nuestra vida

Ustedes llorarán y se lamentaran y pero el mundo se alegrará. Jesús hablaba de su propia vivencia, de lo que El iba a tener que padecer y de lo que les tocaría compartir a sus discípulos al verlo padecer. Hablaba también esto a sus discípulos, tratando de hacerles entender que mientras ellos sufrían por su pérdida, se estaba gestando un acontecimiento maravilloso que traería alegría al mundo. Nosotros tenemos claro ahora que la muerte de Jesús es la vida para los que creen en El.
Sin embargo, de esta conversación íntima, también nosotros podemos extraer una verdad y un principio de Dios, es necesario padecer, sufrir, lamentarse para que otros sean bendecidos. Realmente esto que fue una realidad en Cristo, nos es traspasado a nosotros. Nuestro sacrificio y entrega a los demás representa los padecimientos de Cristo que es necesario que nosotros también compartamos juntamente con El.
Podríamos ampliar aún más este entendimiento y darnos cuenta que sufrimiento y dolor, también tienen que ver con inversión de tiempo, dinero, recursos, dejar de dormir, dejar de comer, darnos a los demás como ofrenda. Nuestra pérdida si pudiésemos llamarla así, es ganancia para el mundo. Nuestra aflicción es alegría para el mundo.

Un segundo punto
La aflicción o padecimiento no es permanente

Luego Jesús usa el ejemplo de una mujer encinta para explicar que aunque la espera es dolorosa y aflictiva sobre todo el último tiempo, esa aflicción se convierte en regocijo al momento de dar a luz y traer a un niño a este mundo. Es decir, la alegría del alumbramiento supera con creces los dolores del parto.
Aquí se abre un aspecto fundamental de la vida cristiana. La importancia de esperar el tiempo de Dios. Es verdad que estaremos afligidos muchas veces, pero la esperanza de saber que es un tiempo necesario y que llegará a su fin nos animará y nos dará fuerzas para continuar. Al comienzo solo un test de embarazo nos indica que hay un ser vivo en el vientre de la mamá, no hay ningún indicio más, luego comienzan los vómitos, los mareos las náuseas, etc, toda una serie de síntomas aflictivos que hacen del embarazo un tiempo difícil para muchas mujeres. Las contracciones se hacen cada vez más frecuentes, más largas y dolorosas. Luego de nueve largos meses veremos cara a cara la promesa de la vida.
Así como la espera del alumbramiento es necesaria, también lo es, por ejemplo, la del campesino que planta su semilla y debe esperar el tiempo establecido hasta que el fruto está maduro y es posible sacarlo del árbol para ser transformado en bendición.
Leamos en:

Salmos 126:5 y 6

“Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo.
El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas”

Al comienzo la semilla está bajo tierra por varios días, no se ve que hay actividad, pero eso no es cierto, la semilla se está pudriendo y el primer brote está luchando por salir a la superficie. Después es necesario regar la planta, librarla de toda maleza contaminante, cuidar el suelo, picarlo, poner el abono necesario. Muchos desvelos, muchas preocupaciones, muchas madrugadas, muchas privaciones, muchas noches sin dormir. Es un proceso largo. Es una espera con esfuerzo, con aflicción pero al final se transforma en alegría.
El regocijo de la cosecha es incomparable, es por eso que en el campo ese tiempo es un tiempo de fiesta y de celebración, la espera llegó a su fin, los sufrimientos valieron la pena el fruto está maduro, la recompensa está a las puertas. El fruto maduró ni antes ni después, sino en el tiempo establecido.
También es así cuando Dios nos hace una promesa, o dicho de otra manera, nos revela por una palabra profética lo que El desea que nosotros seamos y hagamos y como El nos ve proyectados a futuro. Es como si fuésemos embarazados con esa profecía, nos emociona, nos conmueve, nos produce incomodidad, nos preocupa, pero al final, cuando vemos su cumplimiento nos regocijamos por la fidelidad del Señor. Cuantos han quedado sin ver el cumplimiento de lo que el Señor dijo a sus vidas por causa de no saber esperar, por causa de la falta de perseverancia y de permanecer con los ojos y el corazón puestos en el blanco. Muchos ministerios abortaron por no saber esperar el tiempo del Señor, no pudieron superar la aflicción y tiraron todo por la borda.
Leamos el

v.22
“Por tanto, ahora vosotros tenéis también aflicción; pero yo os veré otra vez, y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará vuestro gozo”

Un tercer punto
En el nombre de Cristo, podemos pedir al Padre

Leamos

v.23, 24, 26 y 27
“En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre, os lo dará en mi nombre.”
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo”
“En ese día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí del Padre.”

Jesús sabía que no sería fácil enfrentar ni los padecimientos ni la espera, por lo tanto dejó una promesa, una garantía que nos daría fuerza y fe para llegar al objetivo.
En Su nombre podemos pedir al Padre lo que necesitamos para hacer lo que El nos mandó. La espera puede ser larga, puede ser aflictiva y dura, pero El está esperando que pidamos en el nombre de Su hijo Jesucristo todo lo que necesitamos y nos será concedido.
Cuando pedimos de esta forma y estamos en el centro de Su voluntad, entonces recibiremos la provisión necesaria.

La Biblia dice que pedimos mal porque pedimos para nuestros propios deleites, para nuestro propio beneficio. Sin embargo si pedimos para hacer la obra de Dios, esa que Dios específicamente nos mando hacer ¿nos responderá Dios?, por supuesto la respuesta más obvia es si.
Dice Jesús que pediremos y recibiremos para que nuestro gozo sea completo. Ya veíamos que el gozo está relacionado con el cumplimiento de un propósito en nuestras vidas con el logro de un objetivo, con el cumplimiento de una palabra profética. Entonces ¿porqué vamos a pedir al Padre para que nuestro gozo sea completo?, vamos a pedir en el nombre de Jesús que todo lo que Dios ha dicho en relación a cada uno se cumpla totalmente; vamos a pedir al padre que nos aumente la fe para perseverar, vamos a pedir al Padre que elimine y quite de nuestro camino todo impedimento para que su palabra se cumpla.
Si pedimos en esa dirección es evidente que vamos a estar cooperando a los propósitos de Dios, vamos a estar pidiendo de acuerdo a Su voluntad. Pediremos en el nombre de Jesús, recursos, dinero, apoyo espiritual, etc, es decir todo lo que tenga relación con el eje central del propósito de Dios en nosotros. Estoy seguro que pidiendo en esa dirección al Padre, vamos a recibir y nuestro gozo será perfecto.
Agreguemos a este asunto un hecho glorioso, por causa de Jesús el Padre Celestial nos ama.
Leamos

v.26 y 27
“En ese día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí del Padre.”

Un cuarto punto
Un tiempo de revelación abierta

Leamos el

v.25
“Estas cosas os he hablado en lenguaje figurado, viene el tiempo cuando no os hablaré más en lenguaje figurado, sino que os hablaré del Padre claramente”

Los discípulos entendieron claramente esto, pues inmediatamente después le dijeron a Jesús:

v.29b
“He aquí que ahora hablas claramente y no usas lenguaje figurado”

A ellos les fue revelado, tuvieron un entendimiento claro respecto a lo que el Señor les estaba hablando respecto de pedir al Padre. Es decir Jesús en ese momento les anunciaba que luego de su padecimiento tendrían acceso directo al Padre y posrían pedirle todo lo que necesitaran en Su nombre.
Por mucho tiempo no entendimos lo que Dios quería decir, pero de un tiempo a esta parte El ha estado manifestando Su voluntad y trayendo revelación de los tiempos que vivimos para nuestra nación, para ciudades, para ministerios, para personas individuales. Es un privilegio tremendo que Dios nos esté mostrando Su secreto y que profusamente esté soltando una palabra de proyección para esta generación. Dios en este tiempo no está usando lenguaje figurado, está hablando claramente.
Sabemos que un pueblo sin visión o sin profecía, se confunde, se desvía. Más nosotros estamos recibiendo desde el mismo corazón del Padre palabras que son espíritu y son vida, palabras que están mudando a toda la nación y que seguirán teniendo un efecto multiplicador y explosivo
Animémonos y caminemos por la senda de la verdad, sin sorpresas sino con un entendimiento claro de lo que Dios tiene acerca del objetivo que el desea lograr con nosotros y lo que el espera que nosotros seamos y hagamos para El como testigos de nuestra generación.

Carlos Cantos

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